Concebir, desarrollar, mantener y perfeccionar un sistema de salud universal es una tarea extraordinariamente compleja. Para su implementación efectiva se necesita tanto de voluntad política, aplicada de forma consistente y estratégica, como de datos y análisis epidemiológicos precisos, además de una educación médica de calidad y de la participación activa de la población. Sin embargo, también hacen falta recursos —financieros, tecnológicos, farmacéuticos y profesionales— un reto continuo para una pequeña nación insular sometida a restricciones económicas, como es el caso de Cuba. De hecho, incluso algunos países altamente desarrollados, como los Estados Unidos, no han alcanzado aún una cobertura universal de salud.
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