El mundo se hallaba absorto en el aterrizaje del presidente Barack Obama en La Habana en marzo del 2016, el primer presidente estadounidense en visitar Cuba en 88 años. En toda la isla, los cubanos anticipaban la llegada de Obama con incrédula esperanza; era difícil imaginar que el acercamiento había llegado tan lejos después de décadas de distanciamiento y hostilidad. Las calles de la capital eran un hervidero, con los cubanos afanados en esfuerzos de embellecimiento urbano para recibir a la Primera Familia de los Estados Unidos con estilo. Sin embargo, La Habana también bullía con algo más, una amenaza que trasciende la política, las fronteras nacionales y las diferencias de opinión: los mosquitos que transmiten zika, dengue y chikungunya. Estas infecciones por arbovirus se propagan por dos mosquitos Aedes (aegpyti y albopictus), criaturas muy adaptables que pican durante el día y prosperan en climas urbanos calientes.