El trasplante de órganos y tejidos ofrece una posibilidad de salvación a pacientes en todo el mundo. Pero el acceso a este último recurso de tratamiento está limitado por muchas barreras: el acceso a la atención médica en primer lugar, y en particular a estos procedimientos de alta tecnología, limitado por las
desigualdades geográficas, de género, raza u origen étnico o de nivel económico, entre otros. El acceso, además, depende de la organización del sistema de salud; sus recursos humanos y materiales; las normas culturales y las creencias religiosas; la corrupción y el tráfi co de órganos; y el nivel de educación pública,
cohesión social y voluntad política de los gobiernos.
Tomados en conjunto, estos factores hacen que la donación y el trasplante de órganos sea uno de los problemas de salud más complejos que enfrentan los países, incluyendo a Cuba. Y la cadena que conduce a resultados exitosos es larga y frágil y está plagada de dilemas éticos, legales y médicos. El nefrólogo Alexander Mármol, director de la Oficina Nacional Coordinadora de Donación y Trasplantes (ONCDT) del Ministerio de Salud Pública, señala que los donantes representan el eslabón primero y esencial. “Sin los donantes, no puede haber ningún trasplante. Usted puede tener el mejor equipo quirúrgico del mundo, pero no puede fabricar un órgano. Los donantes y sus familias son los verdaderos héroes”.